Alguien me hizo pensar una vez que las peores ausencias son las que vacías de recuerdos y luego no puedes llenar, como ese cajón en el que guardabas unas fotos que rompiste, y en el que ahora ya no puedes guardar otra cosa, como temeroso de olvidar incluso la mera memoria de aquellas fotos ebrias de los verdaderos recuerdos. De extinguir esas últimas brasas centelleantes de la moribunda hoguera, las que resisten los inviernos bajo el hollín y la salvan de ese deceso del que ya no se puede volver.
Pero no me inquieta, yo solo quiero vaciarlos y no volverlos a llenar de nada nunca más; necesito ser ligero pues mañana pienso echar a volar.

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