Aquellas noches
que solo parecían pasar factura a la luna
silencios mansos
y cuerpos insumisos.
Mis sentidos atados de pies y manos
tendidos sobre todos tus vacíos
y tu sonrisa resbalando por las sogas
o por los cuellos.
Ya no sé.
Con la felicidad asomándose curiosa,
abrigada en el hambre insaciable
de una realidad que prescindía de sueños.
Y tú tan deseosa de derribar con el cabecero los muros.
Estaba seguro de que la vida hacia dobles nudos
y que yo mudo,
con la voz desnuda
jamás conseguiría quedarme sin habla.
Y es que yo no sé nada de libertad
pero he palpado muchos barrotes
y estoy seguro de haberla escuchado
susurrarme sus secretos
arropada entre tus gemidos.
Que entre nuestros cuerpos
hay algo tan eterno como es el maldito paso del tiempo.
Estoy rompiendo relojes de arena contra las paredes
y solo espero que llegues
antes de que se vayan todas las vidas que nos debemos.
Que aún camino de puntillas en mi cuarto
con cuidado de no pisar la huella de tu pie desnudo
con cuidado de no borrar las pruebas
obsesionado con llevarte a juicio
Al mío a poder ser si algún día lo encuentro (o me lo devuelves)
Me dijeron que el asesino siempre vuelve a la escena del crimen
pero tú no apareces.