lunes, 18 de febrero de 2013
Entre La Bruma: My World. The World.
Deja que el mundo cambie, que de todas las vueltas; deja que muera y pierda las cuentas.
Perdiendo el contacto con la realidad, ya no se muy bien si es el abrazo de tus piernas o tu sudor que me coloca, el baile tribal de los mechones de tu pelo o el hambre insaciable de tu boca. Seguramente sea todo, incluso hasta puede que no sea nada.
Y sueño con dibujar en tu espalda con mi dedo, mientras bebo de tus labios gasolina, uniendo las estrellas de tu espalda hasta prenderlo como si fuese una cerilla. ¿ Quieres arder conmigo?, no hace falta que sea por siempre, solo hasta que no queden ni los restos.
Entre la dócil percusión de mi rutina nace la salvaje melodía de tu roce, y vuelvo a enloquecer pensado en el por qué de todo, el por qué de los por qués. Y miro al suelo y la tomo con él, el por qué de él, y me doy cuenta de que la única razón de que exista es para ponerte contra él.
Me como el mundo para que lo saborees en cada beso.
sábado, 16 de febrero de 2013
Microrrelato: La Vida En Café.
Paseó su mirada por la cafetería, analizando a todas y cada unas de las personas que frecuentaban el lugar, muchas de ellas a diaro. Pero ya lo hacía sin entusiasmo.
Sabía que el camarero que siempre se olvida de darle el sobre de azúcar estaba divorciado, quizás por eso mismo se olvidaba, ¿no? De tantos cafés solos y sin azúcar, en un vago intento de saborear algo más amargo que su desamor. También estaba al tanto de la mujer que sorbía su té con infinita elegancia junto a la ventana, soltera y en pleno fruto de la madurez, ya había perdido la cuenta de todos los hombres que habían compartido una tarde en aquella cafetería a su lado, justo antes de irse seguramente con ella a la cama, parte de atrás de un coche o cualquier otro lugar en el que abandonarse a unas caricias sin sentido, que no llenarían su corazón sino más bien harían más grande su vacío.
Después estaba aquel hombre de avanzada edad, aparentemente enganchado a la barra, que leía el periódico con aquellos ojos tristes de haber visto demasiadas desgracias. Todos los jueves iba al cementerio, lo deducía porque pedía un chupito de whisky, compraba un ramo de flores en la floristería de enfrente y acto seguido pedía un taxi que siempre tomaba la calle que llevaba a las afueras de la ciudad. Un amor de esos que ni la muerte puede apagar ni mermar lo más mínimo.
Y por último estaba él, diferente a todos ellos, lo que albergaba en su corazón no voy a decíroslo, pero si os diré que estaba más vivo que cualquiera de las personas que le rodeaban.
Posó sus ojos sobre el libro del que nunca se separaba y leyó en silencio. Arranco un pedazo de la hoja, con delicadeza, como si estuviese arrancando un pedazo de su corazón.
Lo dejó sobre la mesa, bajo un par de monedas, y se fue sin despedirse.
(...)
El camarero sonrió a su mujer mientras acariciaba la mejilla del niño que tenía entre sus brazos, haciendo caso omiso de la clientela. Unos metros más allá una mujer no podía parar de reír junto a un hombre que buscaba su piel, una caricia fugaz y disimulada, como si fuese el único sentido de su vida. No tardarían en despedirse del camarero y entrelazar sus manos mientras caminaba a juntos a su nueva casa, humilde... acogedora. Su hogar.
Mientras el anciano compró el mismo ramo de flores que siempre, pero como era de costumbre desde hacía unos meses, le entrego una de las flores a la dueña, a su amiga. Justo después se despidió con una mirada de afecto y se fue caminando por la misma calle que tantas veces había recorrido en taxi, disfrutando del último soplo de la vida.
"Las palabras son las llaves del alma"
domingo, 10 de febrero de 2013
Microrrelato: Una Bala
Apuntó a aquel hombre y apretó el gatillo todo lo despacio que le permitió su dedo sudoroso, pero el percutor se abalanzó veloz e implacable sobre la bala. Fue en ese momento exacto en el que cerró los ojos debido al fogonazo, al retroceso; al repentino sobresalto que produce una sorpresa tan previsible y esperada. Imágenes borrosas bombardearon en silencio su mente y en todas aparecía el rostro de ese hombre que ahora esperaba impasible, congelado en el tiempo, esa bala que por destino debía golpear en algún lugar de su pecho. El destino se aferró a su piel y tiró, reclamando para sí el punto y final. Abrió los ojos con los recuerdos resbalando por sus mejillas, escapándose para siempre. Para cuando volvió a enfocar con su mirada el cuerpo de aquel hombre la bala ya le había alcanzado. Contempló como se desplomaba sobre la sombra que desaparecía conforme se acercaba más y más al suelo. La sangre marcó la aplastada silueta, encerrándola para siempre en el parqué de aquel cuarto maldito.
Ya no había nada. El tiempo murió pero las manecillas del reloj no se pararon, simplemente desaparecieron. Solo fue eso, un solo segundo que acababa para siempre con la eternidad.
Nada. Ni pasado, ni presente, ni futuro, ni otra respiración a parte de la suya propia colmando la pequeña habitación. Ya no había la sombra de un cuerpo izado frente a él. Ya no había nada ni nadie, tan solo sus cadáveres.
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Los dos agentes de policía tiraron la puerta abajo y entraron en la habitación. Entre las sombras hallaron lo esperado, el cuerpo del hombre tendido en el suelo.
- No ha habido nadie más en esta habitación, solo él - dijo uno de los agentes mientras se llevaba el teléfono a la oreja.
- Si, lo sé. - contestó su compañero.
Avanzó hacia el cuerpo hasta que éste quedo casi a sus pies. Una pistola descansaba en la mano derecha del cadáver y el dedo índice aún se encontraba sobre su gatillo; agarrotado.
La cara había quedado petrificada en el momento exacto del disparó, todavía se podían apreciar las marcas de las lágrimas. El abismo en su cara.
El policía comenzó a escribir las notas para su informe, despacio y tranquilo, pero se detuvo un instante y volvió a contemplar aquel rostro. Debía poner la causa de la muerte, pero le resultaba tan difícil. El sabía que en casos como esos solo importaba el "cómo" , nunca el "por qué".
Terminó de escribir su informe con ese regusto amargo que deja la ignorancia que requiere el sistema.
" ... Causa de la muerte: Suicidio. "
miércoles, 6 de febrero de 2013
Entre La Bruma: Promise.
Hice arder mi cuarto ante mis ojos, el colchón bajo mis dedos, en un vago intento de borrar tu marca sobre las sábanas y tu pelo desertor en mi almohada. Pero sigo sin saber como desenterrar tu sudor de mi pecho, como borrar la marca de tus lágrimas de entre mis dedos. Busqué en mis adentros mi principio y no vi más allá de tú final. Abrí cada ventana, pero no hay corriente que se lleve tu aroma. Y sigo sin encontrar el antídoto para este veneno dulce que me resta horas de sueño, creo que tampoco lo quiero. Vacié todos los cajones para dejar espacio al futuro y me vi llenándolos de su ceniza. Ansié beber de tu mirada y acabé buscándola sediento entre la gente.
La noche no es tan fría como la sienten los huesos de los ciegos ebrios de miedo.
La noche no es tan fría como la sienten los huesos de los ciegos ebrios de miedo.
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