sábado, 14 de septiembre de 2013

Tigo.





Ella sonrió, y fue entonces, cuando en medio de la tormenta, distinguí una diminuta pero intensa luz.


Yo flotando a la deriva mientras me axfisia el aire, mientras se comen las gaviotas todos los recuerdos que nunca ví. A mercez de unas olas xenófobas que ni con el pasaporte de tu voz, sellado con la huella de tu piel, me dejan entrar en las entrañas de la inmensidad que guardan. Que son. Que yo llamo cielo. Y me cago en la puta lluvia que me moja mientras duermo, que me despierta ilusionado y pensando que no ha sido ella sino el mar. Que ingenua, como si yo no supiese distinguir a las lágrimas de algún dios inútil de las tuyas, de tu saliva; junto a la mía, y de todo lo demás que un día se mezcló con ella sobre mis labios.
Y tú ahí, bailando bajo el agua del mismo océnano, al ritmo de los truenos ahogados antes de tocar tus tímpanos... otros tantos ilusos que creyeron que eras suya. Y te imagino respirando mil olores que yo nunca me podré imaginar, ¿que cómo es eso? pues pensando en ti sin saber ya ni donde paras a tomar café, si ya puedes bebérlo sin que caiga en él algo de sal. No me mires así, te juro que yo soy ancla para llegar hasta tí. Y sí, ya me sé cómo morir pero pienso en ti y casi que prefiero aprender a vivir.

"tigo"...sin el "con", para que no sea del todo un "contigo". Si no estamos no podemos dejar de estar.
Ten un orgasmo, dime te quiero o dame un beso; pero que no conste en acta.
Esto nunca ha pasado, por eso nos pasa.

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